A todo aquel que se hace partícipe de su gracia, el Señor le señala una obra que hacer por los otros. Cada cual tiene que ocupar su puesto, diciendo: “Heme aquí, envíame a mí”. Sobre el ministro de la palabra, sobre el enfermero misionero, sobre el médico cristiano, sobre el cristiano individual, ora sea comerciante o agricultor, profesional o mecánico—, sobre todos descansa la responsabilidad. Nuestra tarea es revelar a los hombres el Evangelio de su salvación. Toda empresa en que nos empeñemos debe servirnos de medio para dicho fin.—El Ministerio de Curación, 138.
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